Estoy tenuemente intrigada por no decir verdaderamente consternada, tratando de encontrar el motivo de mi desmoronamiento. No sé si fue tu exótica voz o tal vez mi estúpida mente, no sé qué fue lo que me hizo quebrarme de tan deprimente forma. Pudo haber sido lo ilógico de éste sentimiento que se siente muy adentro en el pecho pero que a fin de cuentas es tan inexistente como las hadas que mando todas las noches a cuidarte... es un sentimiento tan extraño y confuso, tan esperado e indeseado a la vez...
Quizá sólo fue el hecho de oír tu respiración y darme cuenta de que siendo una parte de mí no me perteneces y te encuentras tan ajeno a mí. El percibir en tu tono un deseo reprimido y que probablemente no es real más que en mis ganas de amarrarte fuerte a mis brazos para que aunque lucharas hasta desvanecerte no pudieras escaparte jamás. El conquistarte con mi desgastadas ansias de amar y con un beso sellar para siempre un lazo invisible que me mantenga unida a ti.
Tal vez fue el sarcasmo de tus caricias que se extinguen en mi cuerpo hasta fundirse con mi Locura.
¿Cómo dejo de mirar en mi mente tu mirada? Esa mirada que a la hora de marcharme me decía te necesito y trataba de expresar las palabras que tu boca no dejaba salir.
Lo ilógico de nuestra lógica y lo irreal de nuestra realidad, lo permanente de nuestros sentimientos y lo pasajero de nuestro odio.
Es despertar y creer que tal vez será el día en que te escucharé por el teléfono y harás vibrar en un arranque de ansiedad todo mi ser.
O creer que tal vez sea el día en que despertaré y te buscaré en mi mente y ya no te encontraré.
Es el vivir con un excedente diario de ilusión y una falta eterna de amor. El tenerte cerca con mis torpes trazos y poner el punto final y perderte.
Cerrar los ojos para no pensarte y descubrir que no desapareces. Intentar dejarte atrás y en mis desesperados intentos sólo conseguir apretar más y más el nudo que une a ti y no me deja escapar.
Es creer que entre un beso y un abrazo existe algo que fue tan inherente que no puedo recordar. Tomar el teléfono y apretarlo contra mi oído intentando así hacerte viajar hasta mi cerebro para que leyeras en él todas esas líneas llenas de extraños signos, y así entendieras, por fin, que esto que me tiene unida a ti, aunque imperceptible a la vista humana es tan perdurable como aquella Infinita Tormenta.
Y luego recordarme en cada estrella y en cada Luna por el resto de tu vida, aunque tú no estés más en la mía.
Desear que cierres los ojos y lo único que encuentres dentro de tu cabecita sean imágenes mías rodeadas de mis besos y mis caricias, con palabras y sentimientos rondando a tu alrededor y que no pueda desvanecerme jamás.
Y así dejarme de preguntar en qué momento me perdí de tu vista y me dejaste amar...
G
15 del 2002 de Abril
Quizá sólo fue el hecho de oír tu respiración y darme cuenta de que siendo una parte de mí no me perteneces y te encuentras tan ajeno a mí. El percibir en tu tono un deseo reprimido y que probablemente no es real más que en mis ganas de amarrarte fuerte a mis brazos para que aunque lucharas hasta desvanecerte no pudieras escaparte jamás. El conquistarte con mi desgastadas ansias de amar y con un beso sellar para siempre un lazo invisible que me mantenga unida a ti.
Tal vez fue el sarcasmo de tus caricias que se extinguen en mi cuerpo hasta fundirse con mi Locura.
¿Cómo dejo de mirar en mi mente tu mirada? Esa mirada que a la hora de marcharme me decía te necesito y trataba de expresar las palabras que tu boca no dejaba salir.
Lo ilógico de nuestra lógica y lo irreal de nuestra realidad, lo permanente de nuestros sentimientos y lo pasajero de nuestro odio.
Es despertar y creer que tal vez será el día en que te escucharé por el teléfono y harás vibrar en un arranque de ansiedad todo mi ser.
O creer que tal vez sea el día en que despertaré y te buscaré en mi mente y ya no te encontraré.
Es el vivir con un excedente diario de ilusión y una falta eterna de amor. El tenerte cerca con mis torpes trazos y poner el punto final y perderte.
Cerrar los ojos para no pensarte y descubrir que no desapareces. Intentar dejarte atrás y en mis desesperados intentos sólo conseguir apretar más y más el nudo que une a ti y no me deja escapar.
Es creer que entre un beso y un abrazo existe algo que fue tan inherente que no puedo recordar. Tomar el teléfono y apretarlo contra mi oído intentando así hacerte viajar hasta mi cerebro para que leyeras en él todas esas líneas llenas de extraños signos, y así entendieras, por fin, que esto que me tiene unida a ti, aunque imperceptible a la vista humana es tan perdurable como aquella Infinita Tormenta.
Y luego recordarme en cada estrella y en cada Luna por el resto de tu vida, aunque tú no estés más en la mía.
Desear que cierres los ojos y lo único que encuentres dentro de tu cabecita sean imágenes mías rodeadas de mis besos y mis caricias, con palabras y sentimientos rondando a tu alrededor y que no pueda desvanecerme jamás.
Y así dejarme de preguntar en qué momento me perdí de tu vista y me dejaste amar...
G
15 del 2002 de Abril